sábado, 25 de noviembre de 2017

Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario FIESTA CRISTO REY DEL UNIVERSO “No he venido a ser servido sino a SERVIR”

Dios nos ha confiado la urgencia de instaurar y promover su reino de justicia. Nosotros, habiendo recibido esa confianza, a veces la traicionamos con el desamor.
En el reino de Jesús, toda ayuda que ofrecemos al prójimo es como si se la diéramos a él mismo. Él no quiere ni apagar nuestra curiosidad ni suscitar nuestro miedo, lo que desea es fomentar un comportamiento sobrio y orientado hacia una vida de felicidad, como la describen las Bienaventuranzas.
Para los incrédulos, es imposible un juicio final, pues piensan que corresponde a la actitud de un Dios vengativo. Sin embargo, Jesús muestra el día del juicio como aquel en que Dios separará a los justos de los injustos. Pero esta “separación” no busca atemorizar, sino mostrar la verdad de ser “felices” a quienes lucharon por la justicia de Dios en lugar de la propia. Ellos son los que renunciaron a ser llamados “benditos de mi padre” porque coronaron su vida con acciones concretas de amor desinteresado a los pobres de esta tierra.

El juicio final nos revela el sentido definitivo de nuestras acciones a favor o en contra del reino de Dios. Nadie está exento de enfrentar esta instancia definitiva. Cada uno será juzgado según el criterio que Jesús mostró en la parábola, y a cada uno le presentará su destino eterno. Ese criterio es la caridad y su identificación con los más necesitados. Porque detrás de cada hombre pequeño y débil, está Jesús para mostrar que la fragilidad humana guarda misericordia y solidaridad. Él está en ellos y hoy nos asegura: “tuve hambre, y ustedes me dieron de comer”.

P. Fredy Peña Tobar, ssP

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